El problema de la mujer tiende a repetirse una vez y millones de veces más en esta ciudad y temo decirlo, en este país. Hasta que las mujeres no aprendan a reconocerse como seres valiosísimos que no deben depender ni necesitar un hombre y dejen de creer en esa idea platónica de que somos complemento de este, la costilla de Adán y semejantes mitos obsoletos, nunca podrán vivir de manera plena e integra. Deambularán por el mundo sintiéndose incompletas y tristes, carentes y necesitadas llegándose a convertir en algo así como indigentes emocionales. Indigencia que las llevara a vivir de fantasías, de cualquier migaja que le tiren los hombres para tener su aprecio su aprobación. Es triste pero sigo viendo a muchas mujeres dejándose arrastrar por este remolino emocional del cual, a casi ninguna mujer le enseñan a frenar, a escapar, a modificar. Veo cada vez más a mujeres, de todas las edades escogiendo la dependencia emocional y la autodestrucción como única forma de vida.
Edita Córdova Rau, 2017.
Memorias del viento 