Extraño las épocas de la correspondencia a mano. Sí. Probablemente yo fui de aquellas últimas personas que tenía amigos y amigas por correspondencia en distintas partes del mundo y me encantaba comprar papeles de carta, sentarme a leer cartas de mis amigos para luego responderlas y contarles también lo que a mí me estaba pasando. Luego colocar el papel en el sobre, ir caminando al correo, enviar la carta e imaginar que ese pequeño sobre con mis escritos, tendrían que pasar por varios lugares, ser trasladadas en aviones hacia diferentes destinatarios en lugares lejanos… Muchas de ellas salían de un cálido verano para llegar a un frío invierno o viceversa… Y luego la emoción de esperar la respuesta que no tardaba y que llegaba a mis manos de la misma forma, con mucha alegría, emoción y expectativa. Por aquellas épocas los pen-pals, teníamos bastante claro lo que era la empatía y la reciprocidad: en ese pequeño sobre llegaba algo del amigo/amiga con una parte de su vida: un secreto, la descripción de un lugar querido para el/ella. A pesar de estar lejos había un vínculo. Una carta respondía a la otra de manera constante y prolongada en el tiempo. No sé. Probablemente toda esta parafernalia tenía algo, por no decir mucho de romántico y a mi siempre me encantó escribir y que me escriban, quizás me remontaba a épocas mucho más antiguas en las que era mucho más difícil comunicarse y una carta siempre lo cambiaba todo como en las películas de guerra o de viajeros y exploradores… La sensación de recibir una carta y saber que alguien pensaba en ti y viceversa era algo así como un alimento emocional y humano.
Luego cuando estuve fuera del país no perdí la costumbre de escribir cartas a mis amigos y aunque en aquellos tiempos ya había hecho su aparición el internet, era aún algo inaccesible para muchos de nosotros, así es que no quedaba otra que seguir escribiendo cartas, y fue quizás mucho más grato para mi empezar a recibir cartas de personas que si conocía y que sabía les costaba sentarse a escribir, quizás por eso , aquellas fueron las cartas más queridas. De pronto el internet se volvió más accesible y la gente optó por dejar las cartas a mano por escribir a través del correo electrónico. Confieso que me costó cambiar el papel y el detalle por el teclado y la fría pantalla, no fue una transición fácil pero se dio y me vi a mi misma sentada escribiendo e-mails a mis amigos. Fue entonces que empecé a sentir que todo se estaba volviendo demasiado fácil, la comunicación se iba reduciendo y con ello las respuestas. La supuesta cercanía que implicaba la velocidad de la llegada de los mensajes, no nos estaba acercando, paradojicamente, nos estaba empezando a alejar… Aparecieron los sistemas de mensajería como el messenger su cuota de sorpesa y maravilla por poder comunicarte con alguien en tiempo real y con ello también el tedio de tener que estar siempre hablando con alguien, con quien quizás no querías hablar todo el tiempo… Y así hasta llegar a los tiempos del Whatsapp y las redes sociales, en las que cada quien interactua conectándose cuando quiere, puede y los vínculos solo se convirtieron en remedo de ello. Siento que la gente ha perdido a capacidad de comunicar, incluso de comunicar para decir que no desea más comunicar. Creo que Zygmunt Bauman lo puede describir mejor que yo en su libro Amores Líquidos y sí, andamos todos conectados pero menos comunicados.
Sí. me cuesta entender este comportamiento a nivel personal, me cuesta mucho tolerar este comportamiento a nivel profesional. Este año dos empresas educativas me solicitaron mi CV, incluso documentado, incluso me apresuraron para que lo haga y finalmente nunca me dieron una respuesta, lo cual no me parece correcto sabiendo que he empleado mi tiempo en brindarles información que requerían. Me molesta mucho ese desdén con el que somos tratadas las personas cuando no servimos para los fines de otros sea a nivel laboral o personal.
¿Qué nos está pasando? ¿ A dónde se fue la consideración y el respeto hacia el otro? ¿Hacia lo otro?
No sabemos responder.
No sabemos vincularnos.
Somos la sociedad que no sabe responder.